7.25.2012

Road to pain.


Le arde el alma. Desbloquea el móvil y no encuentra lo que más quiere. Sube al coche y arranca. Cincuenta, setenta, noventa. Ciento veinte. Las curvas parecen rectas, sin miedo. Le falta una marcha más en la caja de cambios. Y algo más de pedal de acelerador. Lleva el pie derecho hundido en la esterilla. La carretera está despejada. Menos mal. Cree que no le pararía nadie esta noche. Ni siquiera la policía. Su vida le importa una mierda y, aunque pueda parecer que no, es comprensible. 

La cuestión es: ¿quién lo comprende? Detiene bruscamente en un aparcamiento de tierra, derrapando. Las piedras saltan sobre la chapa, el polvo se levanta del suelo. Freno de mano. Y baja del coche. Cierra la puerta con un golpe estruendoso. Grita, golpea el techo. Se tensan sus músculos. Vuelve a gritar. Mira su cara en el reflejo del cristal. Aprieta los dientes, cierra los puños y rabia por dentro. Grita nuevamente. Sus cuerdas vocales se rasgan. No duelen. Hay cosas que duelen más. Sin ser físicas. Pero más difíciles de sanar. 

Sube al coche. Primera. Retira el freno de mano. Pisando el embrague acelera, tres mil revoluciones. Suelta embrague y el coche vuelve a derrapar, esta vez al salir. Segunda, tercera, cuarta. Se calma. Aún así, el dolor sigue. Y seguirá. Al menos una noche más. 


Testarossa Autodrive - Kavinsky

PD: true story. 

1 comentario: