3.16.2011

Encaje negro.

Abrió los ojos y pudo ver el techo blanco de la habitación. Se sintió protegido, abrazado entre almohadas y sábanas. Escuchó como una puerta se cerraba y se incorporó sentándose en el borde de la cama, justo al final de ésta. Las sábanas negras caían por sus pies hasta el suelo. La puerta de la habitación quedaba justo enfrente de la cama, sirviendo de vía de escape a los sueños que surgían de su inconsciente cada noche.

El largo pasillo ocultaba las formas bajo la sombra de la noche. A lo lejos, el contacto de algo puntiagudo sobre el cálido parqué de la casa hacía estremecer el ambiente. Una silueta humana se acercaba lentamente, deteniendo su corazón. Cuando la tenue luz que proyectaba la lámpara de la mesilla alcanzó la extraña forma que avanzaba hacia él, apareció ella.

Sobre unos negros tacones de vertiginosa altura, sus piernas caminaban hacia donde él estaba sentado. Su piel pálida, del color del jazmín, iluminaba la habitación. Lo único que ocultaba las mayores intimidades de su cuerpo era una mínima ropa interior de encaje negro. Sobre los tirantes de su sujetador caía una larga melena negra, el flequillo casi ocultaba su mirada pero sus ojos verdes brillaban en la lúgubre habitación. Su rostro terminaba por relucir con sus carnosos labios pintados con carmín rojo. El contraste de color que se creaba en su cuerpo era sencillamente sofocante.

Mientras ella continuaba acercándose, su ritmo cardíaco aumentaba paulatinamente. A cada centímetro que ella avanzaba, subían diez pulsaciones de su corazón. Cuando ella se sitúo a escasos centímetros, su cuerpo comenzó a sentir el calor que se desprendía de aquella perfecta feminidad. Ella posó sus dedos índice y corazón sobre su clavícula derecha ejerciendo la fuerza suficiente para recostarlo sobre la cama. Colocó cada rodilla al lado de su cadera, colocando sus vientres uno encima de otro. Ella se reclinó sobre él, dejando sus ojos frente a frente. Aquella penetrante mirada se clavó en su alma, paralizando el tiempo, resquebrajando el universo.

Lo que ocurrió a continuación... puro misterio.


3.04.2011

Humanimal.

Desgarró cada segmento de su piel por cada uno de los segundos de rabia que le había inyectado en vena. Pisoteó sus testículos hasta convertirlos en fluido líquido corporal. Desmembró de sus manos todos los dedos, falange a falange, haciéndolo sufrir. Arrancó sus ojos de las cuencas de forma pausada, sosegada, infringiendo dolor en cada nervio de su cuerpo.

Y para el final, dejó la mejor parte de todas. Clavó las uñas en su pecho y lentamente perforó las capas de su piel. Penetró entre la tercera y cuarta costilla como si su mano fuera una feroz garra dispuesta a atravesar hasta el mismísimo adamantio. Lo acarició con la yema de los dedos durante cinco o seis segundos y, sin un ápice de nerviosismo en sus ojos, arrancó su corazón con una fuerza sobrenatural.

Dejó el corazón descansando en sus manos, en alto, como venerando algo que por fin obtenía tras el desesperante paso del tiempo. Lo miró a la cara y vio como lentamente dejaba de fluir la sangre por su cuerpo. Estaba perdiendo la vida en cada inhalación de aire que pretendía efectuar para continuar vivo. Poco a poco, como si se tratará del anochecer del Sol, sus órganos vitales dejaron de funcionar y su mirada quedó en blanco, perdida en la eternidad del terror. El crepúsculo de su vida había llegado y él la había arrebatado vilmente, él era el autor de aquella genial obra de arte.

Miró el corazón que aún sostenía en su mano y sonrío. Había vengado cada instante de sufrimiento que aquél hombre le había hecho padecer. Se sentó en una silla frente al cuerpo desgarrado, mirando a través de la ventana la noche tormentosa y oscura. Dejó que aquel corazón dejará de latir. Era el fin de su venganza y el comienzo de una nueva era. Por fin era libre y se sentía como un auténtico monstruo dispuesto a desbordar toda su furia. En aquel preciso momento, se sentía un híbrido entre hombre y animal, una bestia con raciocinio capaz de generar miedo en los ojos ajenos, capaz de morder el cuello de la muerte y sobrevivir.